Todos los que tengan hijos o hijas estarán notando que en los últimos días o semanas están apareciendo conductas y/o situaciones poco normales, cambios abruptos de estado de ánimo, rabietas por cualquier cosa, irritabilidad, algunos tics nerviosos, miedo irracional a todo, pesadillas recurrentes e  incluso algunos que hacía años que dejaron el pañal han vuelto a hacerse pis encima.

Que el confinamiento nos está pasando factura a todos es algo de lo que no cabe duda, pero al menos nosotros, los adultos y los adolescentes podemos salir a la calle a bajar la basura o a o al supermercado a comprar cosas de primera necesidad, además nosotros poseemos ya recursos y estrategias para comprender  como nos sentimos, autorregularnos  y pedir ayuda en caso de necesitarlo, en el caso de los niños pequeños esto no es así.

Los niños están sufriendo una cantidad anormal de estrés y ansiedad y debemos ayudarles a mitigarlo  si no queremos que enfermen.

El neurodesarrollo durante los primeros años de vida y en concreto hasta los siete años, que es donde se establece el límite entre primera y segunda infancia es un área clave, que se está viendo gravemente afectado por el confinamiento, esto se aplica por ejemplo a áreas tan cruciales para el desarrollo como son el movimiento, las relaciones sociales, el aprendizaje, la individuación y la comprensión del mundo que nos rodea.

El no poder estar en contacto con sus iguales y de no poder salir a correr y a jugar sumando a la limitada comprensión sobre la situación, las condiciones que ven en casa, el miedo y las nuevas condiciones laborales y/o de enfermedad de los familiares, en concreto de los abuelos y el no poder verlos les genera ansiedad, estrés y frustración, que como comentaba antes al no tener recursos emocionales, no saben elaborar ni gestionar. Y cuanto más tiempo pasen sin poder salir a la calle, mayor será el riesgo de desarrollar alguna psicopatología. En concreto cuadros de estrés agudo y estrés post-traumático,  cuadros bastante graves que requieren de una intervención medicalizada.

Así que todos esos desajustes que estamos viendo en las niñas y niños y que citaba al principio son fruto del estrés agudo, que se puede manifestar en forma de terrores nocturnos  o pesadillas, dificultad para dormir, tics nerviosos, miedos o irritabilidad y en los casos más grabes puede darse lo que se denomina  regresión infantil, es decir, los niños se comportan como cuando eran más pequeños, y presentan conductas que ya dejaron de tener como hacerse pis encima, chuparse el dedo o no querer comer o ir solos al baño.

No todos los menores están  viviendo el confinamiento igual. Hasta aproximadamente los dos años si los padres están bien los niños  y niñas estarán bien.  A partir de esas edades depende mucho del niño, de sus capacidades, de cómo lo esté gestionando la familia y de los recursos con que se le dote.

Ahora que estamos en casa se habla de la oportunidad de pasar más tiempo con ellos, pero, ¿Es ese tiempo de calidad? Si nos pasamos todo el día estresados  y pendientes del trabajo o del teléfono móvil, ¿Les estamos dando un tiempo de calidad? A parte se situarían todas esas familias de niños y niñas con diversidades funcionales,  las monoparentales y las de los niños y niñas que no tienen en su hogar una parentalidad positiva que les permita sentirse seguros o  los que viven en familias muy vulnerables a nivel socio-económico, o los niños de los centros tutelados, que son sin duda los grandes olvidados en todo este asunto.

 

Por ultimo me gustaría comentar que todas las experiencias, absolutamente todas las experiencias que vivimos midifican de una forma u otra la arquitectura de nuestro cerebro, lo cual tiene un impacto directo en nuestra vida y más, si hablamos de los cerebros de los más pequeños. Es muy importante el seguimiento y el apoyo que les prestemos durante el confinamiento y tras este, de ello depende que desarrollen secuelas y la gravedad de estas.

Aitor Jiménez, psicólogo de Alganda Servicios Sociales

Nº Cm-02704