Cada 40 segundos, en algún lugar del planeta, una persona se quita la vida. Esta es la gravedad de una problemática social de la que apenas podemos ver la punta del iceberg. En nuestro país el suicidio ya supone la principal causa de muerte no natural, seguida de las caídas y los ahogamientos y dejando muy atrás a los accidentes de tráfico. Once, este es el número de personas que se quitan la vida en nuestro país cada día, es lo que se estima de las cifras desprendidas del pasado año 2022 en el que 4097 personas se quitaron la vida. Esto supone 4 veces menos el número de personas fallecidas en accidentes de tráfico en ese mismo periodo del año, 13 veces menos que el número de homicidios y 81 veces menos el número de victimas de violencia machista también en ese mismo periodo.

A la vista de los datos es evidente que existe un problema social que año tras año se acrecienta y agrava. Las consecuencias que la COVID-19 ha dejado en la salud mental de la población son más que evidentes. El periodo de confinamiento ha agudizado o despertado problemas de salud mental que estaban latentes y en los cuales no habíamos reparado en el ajetreo de nuestro día a día. Esto es aún más patente en la población infantojuvenil, la cual a día de hoy y atendiendo a los datos es la que más ha visto afectada y mermada su salud mental.

La adolescencia supone un periodo de cambios y búsqueda de la propia identidad, donde la autoestima, las habilidades sociales y las herramientas para relacionarse con los demás aun no están completamente desarrolladas. Además, es en este periodo donde la influencia de los distintos entornos ejerce más peso sobre las y los jóvenes.

En sí mismo para un adolescente el hecho de estar involucrado en situaciones de violencia, ya sea de pareja o familiar, acoso escolar o ciberbullying, como víctima o agresor, se ha descrito como un importante factor de riesgo para la conducta suicida. Los menores que son víctimas de bullying tienen 2,23 veces más riesgo de padecer ideaciones suicidas y 2,55 veces más riesgo de realizar intentos de suicido que aquellos que no lo han sufrido. En el caso del ciberacoso, el impacto es todavía mayor. Incluso los adolescentes perpetradores de ciberbullying tienen un mayor riesgo de manifestar ideaciones y comportamientos suicidas, aunque en menor medida que las víctimas.

También es reseñable indicar el aumento de conductas autolíticas en población infantojuvenil sin diagnóstico de patología mental, como una forma de calmar la ansiedad y los pensamientos disruptivos ante la falta de herramientas de afrontamiento más adecuadas.

Desde la Asociación Alganda Servicios Sociales arrancamos el curso con un nuevo proyecto que, a nuestro parecer y a la vista de los datos, es más que necesario. Os presentamos nuestro “Proyecto de Prevención del Suicidio: ¿Hablamos?”. El objetivo del presente proyecto es sensibilizar y dotar de recursos y herramientas tanto a la población infantojuvenil como a las familias y equipos de los centros educativos para prevenir, intervenir y paliar las conductas suicidas y/o autolíticas que puedan existir en el ámbito escolar.

Para ello hemos desarrollado una guía dirigida a en especial a los centros educativos y a las familias para poder abordar la problemática del suicidio. En ella se puede encontrar información sobre los conceptos más básicos hasta protocolos estandarizados para aplicar en los centros, modelos de entrevista y pautas de actuación.

Esta guía, así como el proyecto está financiado con fondos procedentes de la Fundación Sociosanitaria de Castilla-La Mancha, así como de la Consejería de Bienestar Social. Es por ello que la guía cuenta con una licencia Creative Commons por lo que esta permitida su libre distribución, copia y divulgación con uso legítimo y sin animo de lucro. Consideramos que esta es la mejor forma de llegar a muchas más personas y sensibilizar y prevenir de una forma mucho más eficaz. Puedes descargar la guía en el siguiente enlace o a través de asociacion@alganda.org y si te ha resultado útil nos gustaría con la compartieras con alguien.

Entre todas y todos  podemos mejorar la salud mental de nuestras y nuestros jóvenes.